lunes, 5 de abril de 2010

Solitudine

Puedo respirar profundo, y sentir el sonido del aire que sale de mis pulmones.
Puedo escuchar el sonido mas lejano, de una calle ruidosa.
Podría definir cada bombeo de mi corazón. A lo lejos carcajadas de algunas personas momentáneamente felices.
Puedo oir el ventilador de la computadora que le saca el calor innecesario. De la misma forma que me he sacado varias mochilas en los últimos años, aunque no de manera tan lineal, sino mas bien cíclica.
Así de grande es el silencio...
Puedo observar y percibir, una gota incesante que martilla un juego de cubiertos, un plato y un vaso, que esperan castigados injustamente ser lavados para volver a ser usados. Y volver a esperar.
En mi cenicero, un ejército de cigarrillos consumidos rodeados de cenizas. Todos de la misma marca y color.
Siento un frío profundo maridado con un bostezo silencioso indicando que se acerca la hora de dormir. No pronuncio que "tengo sueño". Yo ya lo sé.
Puedo escuchar de nuevo el gemido de la lámpara a punto de agotarse, y los llamadores de ángeles bailando en mi ventana al son del viento.
Puedo imaginar la conversación que mantienen mis vecinos al mismo tiempo que una polilla gris zumba como un avión cerca de mí.
Mi heladera comienza a enfriar todo el contenido. Escucho a mi vecino que se deshace de la basura. Escucho la sibilancia de mi nariz congestionada.
Me dirijo al baño en el mismo silencio que domina todo. La monotonía es mi lazarillo, mi compañera fiel. Reviso mi cepillo de dientes y limpio pieza por pieza mi boca. Al terminar la reviso y veo que tan brillante quedó. Lavo mi cara con el jabón habitual y me alisto para dormir.
Me recuesto sobre la cama, y ambos lados están fríos. Detecto una corriente de aire que se desliza bajo la ventana y mueve algunas pelusas y papeles caídos.
Pronto la oscuridad se enamora del silencio, y comienzan a tejer sueños en mi cabeza.
Disfruto cruzarme en la cama, y retorcerme con toda la sábana a mi disposición. Disfruto profundamente tomar mis almohadas, que no deben doblarse nunca, y usarlas completamente, de una forma egoísta.
Disfruto de muchas maneras ocultas y personales, la victoria de lograr convivir conmigo y estar en completa paz.
Disfruto de una forma egoísta de mis pequeñas mañas, de mi desorden propio y de mis tiempos.
Disfruto como disfruta un perro roer y disfrutar su inerte hueso; placentero por ser propio; que en cada pedacito da un sabor de victoria, y en cada mordida es un poco más interno. Y más personal.
Disfruto de lo que muchos no logran disfrutar.
Disfruto de la soledad.
Del silencio.
De la paz.
De Mí.

1 comentario:

  1. Hay ocasiones en las que el silencio es tan ensordecedor, tan amplio que se escabulle y se transforma en palabras... Me encantó este relato. Felictaciones, Javi. Abrazos :) Martín

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